Jalá es uno de mis panes favoritos. Su saber dulce, a leche y vainilla calma perfectamente los nervios. A mi me recuerda a la infancia. En mi casa siempre la preparaba mi abuela. Era todo una celebración. Había que levantarse muy temprano para calentar el horno y preparar la masa. Mi abuela siempre la hacía en un bol enorme, casi tan grande como la mesa... Recuerdo muy bien la albura de la harina y el típico PUFF cuando las yemas caían sobro ella una tras otra. Todo venía de nuestra finca. Mas ecológico imposible. Cuando la masa estaba hecha, tenía que reposar en un sitio caliente, no había uno mejor que justo al lado del horno tapada con un paño de cuadros especial para esa ocasión. La masa crecía y crecía lentamente y estaba lista cuando casi salía del bol. Nadie contaba las horas. Después se amasaba todo otra vez añadiendo las uvas pasas. Mientras yo tenía que ir al ático para buscar los moldes. Cuando la masa estaba en los moldes crecía tranquilamente otra vez. Siempre había una con forma de trenza. Y luego los aromas se esparcían por toda la casa. Sacadas recientemente del horno las jalás reposaban en los cojines en la habitación de mi yaya... La comida hay que tratarla con amor... Aunque yo era una niña muy buena me colaba con mi hermano pequeño para arrancar unos bocaditos y decíamos que lo habían hecho los ratoncitos.
Intento seguir todo el procedimiento aunque es muy trabajoso. Yo también quiero seguir la tradición. No existe ninguna receta. Mi abuela lo echa todo a ojo, mi madre esta a punto de conseguir la perfección y a mí me queda un camino largo por delante...
Gracias por la receta y por contarla así, con sabor a ayer
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